Con el florido y enaltecedor lenguaje que los caracteriza y que hace palidecer al léxico del Bronco, promisorio candidato independiente a la gubernatura de NL, al que atacan, el priista Benjamín Clariond y el panista Mauricio Fernández (“Dios lo hace y ellos se juntan”, reza el refrán) paladinamente expusieron el cobre de la campaña del miedo que impulsan con el concurso interesado de algunos sectores (incluida la CEE).
Como tutores del voto infantil de Nuevo León (donde suponen no hay votantes que piensen por sí mismos y se haga por eso necesario que ellos, los arcángeles guardianes de los valores regios, de la prosperidad y de la democracia, bajen de sus nubes para decir a los nuevoleoneses qué es mejor y cómo deben conducirse), cada quien por su lado argumenta que votar por Jaime Rodríguez significa “darle en la madre a NL” (Benjamín Clariond dixit), o bien perder la “gobernabilidad” (Mauricio Fernández dixit). Para dichas mentes provincianas eso significaría que en Monterrey surgiera al margen partidista el primer gobernador independiente de toda Latinoamérica en su historia.
Muy doctos y experimentados —según ellos mismos se describen— pero en las malas artes del sistema (“los burros hablando de orejas”, dice la gente), arguyen que puesto que no hay diputados federales o locales independientes, entonces a un presunto futuro gobernador independiente de Nuevo León, el Congreso local se le echaría encima, o ni “lo va a pelar”, con lo que suponen no habría “gobernabilidad”; y que además en la Cámara de Diputados a NL no le tocaría reparto de recursos federales porque El Bronco ahí no tiene a nadie.
La ley, desde luego, en la versión mauricio-clariondesca, ni existe o vale sorbete. Son puras voluntades atravesadas de caciques —como ellos— las que deciden la suerte de los pueblos. Ellos y sólo ellos son los que expiden certificados de pureza étnica para competir electoralmente; los que otorgan indulgencia plenaria para seguir los requisitos de ley siempre y cuando no se la crean tanto. Señores de horca y cuchillo como los ve la gente (y como ellos mismos se pintan solitos: “le dicen la noche de los cuchillos a esa noche del presupuesto”, dice sin vergüenza alguna Benjamín Clariond), “directo y franco como siempre” según lo adorna el reportero.
Exponen así una auto profecía que se vería cumplida por ellos mismos o por sus correligionarios (más bien compinches), si se verificara la hipótesis que propalan. Sería suicida que ocurriera, sin embargo, ya que quienes en realidad le “darían en la madre” a NL, según las versiones de Mauricio Fernández y Benjamín Clariond, serían los propios diputados locales y federales del PRI y del PAN, que en sus mezquindades políticas se encargarían de hacer trizas al Estado a través de írsele a la yugular del Bronco y negarle todo tipo de recursos nomás porque se habría atrevido a desafiar a la mafia partidista llegando al poder como independiente. Ni más ni menos, toda una asonada anunciada del Poder Legislativo local y federal contra el Poder Ejecutivo de NL. El golpe cacerolero contra El Bronco está más que anunciado.
Queda así expuesta con claridad meridiana la atroz amenaza a la democracia: “Aquí no hay candidatitos independientes”, SI no tienen mayoría en el Congreso local y federal “se me van a la chingada” dirían los clásicos.
Tal es la andanada, tal es el aluvión del pavor que sienten a la posibilidad democrática en ciernes los intereses creados; terror revertido a la población en campañas del miedo.
Los propulsores de aquel fallido Fórum nativesco y de aquella otra mal llamada “marca Monterrey”, podrían ahora sí voltear a Barcelona y a Madrid (porque del Wall Street Journal ni se enteran de los serios análisis que ha publicado sobre lo que ellos provincianotes condenan), donde por vez primera la semana pasada llegaron al poder candidaturas independientes, y ni quién se asustara como aquí, la tercera capital del país, distante de una metrópoli de primer mundo, resistente a crecer más allá de “un rancho grande”.