Aún no está clara la dureza del impacto que tendrán en su campaña los recientes dichos y desdichos de Mauricio Fernández, habitual ave de tempestades sampetrina cuya lengua floja no admite contención ni para su propio beneficio.
Pero a juzgar por la tormenta de declaraciones desatada por sus más recientes dimes y diretes, sobre la intervención que durante su gestión sostuvo o no, el Ayuntamiento de San Pedro con el Ejército, puede anticiparse que no será menor, ni habrá de diluirse pronto pese a los desplegados de emergencia que Mauricio ha publicado desmintiendo sus dichos videograbados.
A Fernández lo caracteriza, aparte de formar parte de la elite empresarial regiomontana, una falta de mesura y sobriedad. En reciente ocasión a unas carcasas de motores automotrices les puso flores y las hizo exhibir en el aeropuerto de Monterrey como performance artística que un sector social trivial le tomó por chic.
Y connotados testigos de oídas (el ex conductor televisivo Gilberto Marcos y el ex gobernador nuevoleonés Fernando Canales), le escucharon decir en su toma de posesión como alcalde de San Pedro que “la ley se la pasaba por quién sabe dónde, porque la ley estaba mal”.
En ese estilo sobrado de sí mismo, Mauricio Fernández tuvo la peregrina idea de revelar a MILENIO que “[El Grupo Rudo] es un concepto de intolerancia que en muchos casos operó a través de militares y hubo balaceras y muertos, y los que mataron son militares”. Quiso de esta manera, sin venir al caso y cuando ya era un tema superado por él a duras penas, diluir la realidad de ese grupo cuya génesis la anunció de su autoría pero ahora confunde en un mazacote los tiempos y los sucesos e involucra al Ejército en la parte sucia del trabajo.
El Grupo Rudo en forma difusa y sin precisar su composición, fue anunciado por él mismo como parte de su estrategia de seguridad. Connotados analistas nunca desmentidos, publicaron que el Grupo Rudo mauriciano no era otra cosa que un cártel aliado que se había comprometido a mantener un bajo perfil en San Pedro (sin secuestros de alto impacto, ni ejecuciones en la vía pública), al tiempo que se encargaba de mantener a raya a cualquier otro, a cambio de impunidad para distribuir droga entre los consumidores de San Pedro, que la demandan cada vez en dosis mayores. Un selecto grupo de empresarios habría dado su visto bueno al pacto y contribuido con algunos gastos operativos.
No es la primera vez que Fernández da a conocer un gravísimo rol criminal, que según él en episodios de la guerra contra el narco en el noreste, habría tenido el Ejército en la fallida guerra calderonista contra el narco. En el documental El Alcalde (2012), que el Ejército no ha refutado ni desmentido hasta hoy, y que Fernández distribuye como parte de su propaganda política, el candidato a volver a gobernar en San Pedro, expone que en NL han existido operativos en los que las Fuerzas Armadas, llegan a matar a decenas de personas.
“De esos ejemplos conozco muchísimos… En la frontera, en Tamaulipas […] han matado una barbaridad de gente. Un alcalde decía “oye nos pidieron un buldócer para enterrar cadáveres. En un rancho de un amigo, igual entraron con helicópteros y mataron básicamente a todo mundo y no dejaron ni cadáveres ni casquillos”. Las cifras oficiales que por esas fechas se ubicaban alrededor de 50 mil muertos, Mauricio las escalaba de hasta un cuarto de millón de muertos. “…serían como 5 a 1, entre los del crimen organizado que no te enteras, entre los de gobierno que no te enteras…”.