El exabrupto presidencial

Confrontado por las demandas de los damnificados en las recientes inundaciones catastróficas, a las riberas del río Tecolutla, el presidente Ernesto Zedillo perdió los estribos.

A un maestro de primaria que lo atosigaba pidiéndole agua y alimentos, después de estar varios días sin ellos, le espetó  una admonición violenta para callarle la boca, y de no lograr su objetivo le advirtió: “me las va a pagar”.

¿Cómo puede pagarle un ciudadano común y corriente al presidente de la República la osadía de reclamar alimento y pedirle agua de manera vehemente, desesperada, después de estar tres días sin ellos?.

El gesto fue de inmediato reprimido. Los miembros de su Estado Mayor Presidencial, de inmediato lo sacaron en vilo del escenario. Eliminaron así tan molesta presencia al gobernante, aún a costa de violar ante sus ojos las supremas garantías individuales que supuestamente juró salvaguardar en la nación.

El hecho es altamente significativo y rebasa el marco de la anécdota.

Evidencia en primer término una falla de carácter, de temple del presidente. Pero más aún es una garrafal pifia política: si eso le puede ocurrir a un damnificado inerme ante las fuerzas de la naturaleza ¿que puede esperar un disidente político de Zedillo?

Pasa que pida a sus interlocutores el respeto necesario a su investidura (aunque hasta donde se sabe, solo estaba siendo interrumpido, no ofendido); pasa que desee que su sola figura pueda imponer un orden necesario en una comunidad desquiciada por la tragedia (aunque como lo acreditan los murmullos a voz en cuello a su salida del núcleo de población que visitaba, “vino, y nos dejó igual que como estábamos antes. No cambió nada absolutamente nada”); pero lo que es inadmisible es que haya exhibido una mecha tan corta para que incluso llegue a proferir una amenaza: “o se calla o me las paga”.

Las circunstancias en que se produce el incidente, lo hacen aún más reprobable.

Como es sabido las lluvias de dos depresiones tropicales se conjuntaron fatalmente para provocar caudales de difícil contención en partes centrales del Golfo de México.

Como NO es sabido todavía en toda su magnitud (es algo que apenas saldrá a la luz pública en los próximos días) la parte de más difícil contención de esos caudales se concentró en la presa Necaxa, Su cortina, de una antiguedad de varias décadas, amenazó con ceder al torrente apenas unas pocas noches atrás.

La decisión de abrir las compuertas de la presa Necaxa fue tomada al parecer la noche del 31 de septiembre, si bien no fue sino hasta pocos días después que se instrumentó.

Corren insistentes versiones que independientemente de los estragos que las lluvias estaban causando, la apertura de las compuertas de la presa Necaxa

provocó una enorme ola hacia los afluentes de su embalse ríos abajo, ocasionando el desgajamiento de cerros, y el desborde de vías fluviales, lagunas y diques…

Eso explicaría por ejemplo, muchos relatos recogidos en las poblaciones más afectadas, que sintieron momentos antes de la avalancha, un fuerte “temblor” seguido de una gran ola “un destello, como una bomba de agua en la punta del cerro” que en segundos anegó amplias porciones de poblaciones enteras, como en el caso de Teziutlán.

Zedillo mismo así lo ha reconocido. “Si no se hubieran abierto las compuertas las paredes de la presa se habrían reventado y todo esto habría desaparecido”. Pero lo que no acepta es que tal decisión, fue instrumentada con poca difusión y menos previsión de protección civil, para no levantar pánico entre la población. En opinión de muchos, esto elevó considerablemente los costos de la tragedia, en vidas humanas y pérdidas materiales.

Los relatos de los damnificados son elocuentes: las autoridades sabían lo que se avecinaba y sin embargo pidieron a la gente  “!se mantuviera en sus casas¡”.  En ciertas poblaciones ya desde el primero de octubre había presidencias municipales enteradas por oficio de la inminente catástrofe. Sin embargo ¿de qué sirve un documento sellado de recibido, archivado en alguna oscura oficina burocrática?

Aquí las responsabilidades son mayúsculas. Y su deslinde debiera ser una exigencia ciudadana de primer orden.

Por eso se entiende mucho menos el exabrupto del presidente, de frente a damnificados totalmente incomunicados y que llevaban hasta tres días sin probar alimento, o beber agua.

Los nostálgicos del autoritarismo sin duda saludarán complacidos esa figura de autoridad ejercida con el despotismo que tanto les identifica: “hasta que habló con h…”. dirán. Sobran todavía en nuestro país, quienes se identifican con el autoritarismo exacerbado, violento: “o se calla usted o le parto su madre”.

Sin ir más lejos, en el pasado informe presidencial, hubo quienes estuvieron cercanos al desmayo por lo que consideraron había sido una forma afrentosa de dirigirse al presidente de la República por parte del delegado del poder legislativo para dar acuse de recibo a ese Informe, mediante un breve mensaje.

En él, como se recordará,  el diputado Medina Plascencia, acotó de entrada ciertas deficiencias evidentes en el lapso de la gestión que el Informe abarca y que habría de analizar la Cámara. Ello fue suficiente para que muchos (entre otros, el gobernador de Nuevo León), se rasgaran las vestiduras por lo que consideraron, en abierta ignorancia a lo que constituye la división de poderes, una falta de respeto del legislador al titular del Ejecutivo.

La impertinencia que ahora está de moda achacar a los ciudadanos que reclaman atenciones básicas, derechos postergados, justicias aplazadas, cambios en las  políticas económicas que los arruinan o que los hunden más en la miseria,  no es más que el escudo de la arrogancia de quienes debiendo servir, despojados de prepotencia, están cegados por la soberbia.

Son ellos, quienes con sus negligencias, sus “errores de diciembre”, sus “fobaproas”, sus faltas criminales de atingencia para prevenir o paliar desastres naturales, económicos o políticos, debieran callarse la boca y atender lo que el pueblo les está diciendo.

Debieran aprovechar ahora que la ciudadanía todavía no les dice. “y si no cumple lo que ofreció durante su campaña (bienestar para la población por ejemplo) nos las paga…”.

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¿Qué exactamente comprometió el gobernador Fernando Canales, con la firma que estampó al ratificar la dación de patrimonio estatal como pago parcial de deuda pública,

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