Con una recurrencia alarmante, la planta industrial de Celulosa y Derivados, ubicada en el fraccionamiento Bernardo Reyes, ha vuelto a sacar despavoridos de sus hogares a los habitantes de esa zona, víctimas de una intoxicación por la fuga de cloro a la atmósfera, proveniente de ese complejo químico.
En efecto, la noche del 15 de septiembre se presentó ahí una situación de derrame incontrolado de vapores tóxicos que hicieron estragos en un buen número de vecinos aledaños a Celulosa, mucho antes que las alarmas sonaran.
Apenas unos meses atrás, otra contingencia también de orden químico-ambiental, había movilizado a los ciudadanos en un amplio frente de protesta dirigido a denunciar la incuria de las autoridades del ramo y a exigir la reubicación de esa planta que se va perfilando como una contaminante industria a la que seguido le fallan las salvaguardas que dice tener implementadas para esos casos.
¿Contamina? ¡Encapsúlese!
En aquella ocasión, como se recordará, tanto directivos del complejo fabril como las autoridades del ramo ambiental, y el propio gobernador Fernando Canales, aseguraron, como medida de solución definitiva, que en breve la planta se “encapsularía”. Eso y robar una borracha era pan comido, según se hizo creer a los dóciles medios que sin más así lo publicitaron.
Ofrecieron lo anterior ya que, según dijeron, la inviabilidad financiera de trasladar esa industria a otra área era enorme (Probablemente a nadie -por lo menos a ningún asesor del gobernador- se le ocurrió pensar entonces por qué sí, en cambio, era factible económicamente “encapsular” voluntariamente una planta de la magnitud de Cydsa y qué ganaría esa empresa con ello, ya que ninguna ley lo obligaba a ello, en vez de seguir contaminando a diestra y siniestra, impunemente, como presuntamente lo ha venido haciendo desde hace tantos años. ¿Lo haría por puro altruísmo?).
¿Qué pasó con ese supuesto proyecto de “encapsulamiento” cuya ejecución era según el gobernador inminente, ya que -decía- el propio presidente de Cydsa le había asegurado que lo tenían contemplado de manera muy avanzada? ¿Habrán engañado al gobernador?
Encapsula y vencerás
A la postre tal “encapsulamiento” no dejó de ser sólo un imaginativo buen deseo para que las cosas se resolvieran de esa manera. Y que los ayudantes del gobernador aprovecharon en la prensa como figura retórica: Celulosa “encapsulada” y el ambiente limpio y respirable otra vez. Ante tan ingenua panacea, a pocos se les ocurrió plantear preguntas incómodas, como: ¿a dónde irían a parar los gases tóxicos dentro de esa bolsa hermética que supone un “encapsulamiento”? ¿Cómo se haría respirable el “habitat” adentro de la planta para los trabajadores?
La verdad es que esa industria química siguió operando de manera habitual con sus chimeneas al aire libre. Y de la tomadura de pelo del “encapsulamiento” de la planta -evento más cercano a la ciencia ficción que a la realidad- no se volvió a hablar jamás.
Como disuasivo para enfrentar la irritación ciudadana sin embargo, fue eficaz. Junto con otras estrategias -declaraciones distractoras de diversas autoridades ambientales, anuncios de sanciones, control de los medios, división inducida al movimiento de protesta, etcétera- el asunto pasó al olvido en la efímera memoria de la opinión pública, así manipulada ex-profeso.
Clausura brevísima, sólo para reparaciones …de imagen
Ahora, en la coyuntura de repetir el proceso nuevamente, el gobernador quiso ahorrar pasos. Decretó de inmediato una clausura de la planta química -aún sin estar seguro, como dijo, de tener las facultades necesarias para hacerlo-. Con ello logró, al menos de entrada, disminuír el impacto que produjo la noticia de una nueva emergencia ambiental en esa zona.
No obstante, apenas tres días después, los directivos ya estaban anunciando que en lapso de tiempo muy breve se dispondrían a reabrir la planta, toda vez que aducen, “se ha reparado la válvula dañada” y “pondrán las alarmas en un nivel menor para que de inmediato se detecten las fugas”.
Pareciera así que el accidente ameritó solamente un breve respiro en la producción altamente contaminante de sus productos para reparaciones técnicas. Una vez rehabilitadas las instalaciones -de la explosión, de la fuga, o de la parte dañada que se trate- es tiempo de estar “back in business” y aquí no ha pasado nada. Todos a sus puestos. Y de las víctimas ni se diga. Deambularán por clínicas y hospitales en busca de atención que en vano demandarán les sea costeada por la empresa responsable.
La autoridad en este caso, es ante ellos, ahora sí que un mero bombero, al que no le otorgan la más mínima importancia. Si ellos lo deciden, abrirán. Bastará cualquier subterfugio (“la válvula que pusimos ahora es de cobre” por ejemplo) para darle otra probadita de atole con el dedo a la gente.
Unas fotos publicadas convenientemente, atestiguarán que autoridades ambientales olfatearon el ambiente en plan de sabuesos sagaces, visitaron la planta y no olieron ni trazas de cloro en el aire, por lo que decretaron su reapertura. Pero que eso sí, estarán muy pendientes y que en caso de reincidencia…
¿Y la unidad de monitoreo ambiental?
En la anterior emergencia ecológica que Celulosa produjo, se recordará que las autoridades del área colocaron una unidad móvil de monitoreo ambiental a la entrada de la planta, y aseguraron que ahí estaría las 24 horas, lista para detectar cualquier anomalía de inmediato.
¿Dónde habrá quedado esa unidad ahora? ¿Dónde estaba la noche del 15 de septiembre cuando mujeres, niños y ancianos se sofocaban en los primeros síntomas de asfixia por inhalación de cloro?
¿Cuántos días permaneció estacionada ahí en el lugar donde le tomaron la foto? O ¿habrá salido del corralón de vehículos oficiales sólo para servir de escenografía de un ensayo montado?
Salta a la vista que en esta ocasión, si los directivos de Cydsa se salen con la suya del modo que ya lo anuncian con ligereza, la clausura ordenada por el gobernador -quien incluso amagó con recurrir a la fuerza pública si se hacía necesario para imponerla- habría sido utilizada como un señuelo para salir al paso de cualquier intento de protesta organizada, y para muy poco más.
Medidas emergentes
Viene siendo ya un clamor que es imperativo introducir cambios en una legislación ambiental que, según las propias autoridades, cuando no resulta ambigüa, es inoperante o tiene “lagunas” de aplicación. Ni reubicar, ni “encapsular” a Cydsa serán opciones factibles en el corto plazo seguramente. Sí en cambio, sería posible evitar las tomaduras de pelo, y que los ordenamientos rebasados por los procesos fabriles y tecnológicos se hiciesen más astringentes en beneficio de un ambiente que no sólo es de todos sino que además es el único del que se dispone. Preservarlo óptimamente supone una condición sine qua non de cualquier desarrollo sustentable.
Eso y que la ciudadanía exija a la autoridad el cumplimiento de las normas. ¿A qué sirve mantener una dirección de ecología en el presupuesto municipal, si el alcalde Elizondo se lava las manos, diciendo que el asunto de Cydsa es de jurisdicción estatal y que ahí está muy bien atendido?