¡Pero por supuesto que debería aceptarse la ayuda humanitaria extranjera!
Es la expresión casi unánime que brota de boca de muchos ciudadanos a los que se les antoja inconcebible que el gobierno de la República se esté negando a aceptarla, provenga de donde provenga, incluso de la misma ONU; organismo multilateral a cuyos fondos de operación y de contingencia para desastres, el gobierno mexicano coopera con sus cuotas en numerario, al igual que el resto de los miembros de esa organización.
No habría así objeción razonable, por lo menos en el caso de aceptar de ese organismo el auxilio ofrecido, ya que se trataría solamente del uso debido de la retribución a la que se tiene derecho sobre los fines para los fue creado.
De cara a la desgracia que sufren innumerables compatriotas del sureste y que han resultado damnificados, tanto por las lluvias que se abatido en la región como por el estado precario de la infraestructura que ya acusaban las poblaciones en las que viven, lo menos que se debe reparar es en esos pruritos que exhibe la tecnocracia gobernante sobre la procedencia de la ayuda humanitaria.
Mal hacen los pseudo consejeros políticos de la casa presidencial en distribuir la especie que gobierno que se deja socorrer en la desgracia es un régimen débil que no se puede sostener por sí mismo.
!Mentecatos¡ suele ser una expresión que se adjudica a quienes abusan de un estado adquirido de imbecilidad y que bien pudiera ser aplicable al caso.
Desde la malhadada actuación pasiva, pasmada, de Miguel de la Madrid, durante los sismos de la ciudad de México en 1985, pesa sobre los sucesivos gobiernos de la República una pesada lápida cuya carga no han sabido destrabar quienes la han heredado.
Reza un axioma no escrito del poder, que a partir de esa experiencia, lo que se aconseja al gobernante en turno es: hacerse presente de inmediato en el área de desastre, mientras más veces mejor; divulgar ampliamente que al menos como símbolo se está al frente de una situación controlada; y aparentar que aunque cuantiosos, los daños pueden ser absorbidos por la economía o el erario nacional.
En todos los casos se trata en la realidad de “no dejarse comer el mandado” por la organización popular a la manera como ocurrió durante aquel terremoto de la capital.
Se busca además, reiteradamente satanizar los esfuerzos de organización colectiva o partidista que puedan aflorar, pues nada ni nadie debe suplir a la propia organización gubernamental, según rezan los manuales de emergencia de los tecnócratas.
Y por supuesto se busca que en ningún momento la ayuda extranjera fluya pues se tiene la peregrina idea que al hacerlo se estaría debilitando la base misma del poder del régimen.
Sin embargo tan rupestres nociones no resisten el más mínimo análisis.
¿Cuál fortaleza de gobierno defienden cuando al menor de los movimientos bursátiles en las bolsas norteamericanas, asiáticas o europeas, los mismos que hoy aconsejan rascarnos con las propias uñas, salen corriendo disparados a firmar onerosísimos acuerdos de intención con el FMI, el BID o cuanto prestamista se les ponga enfrente para acabar de hipotecar a la nación sencillamente para siempre?
¿Cuál es la inconfesable resistencia que oponen a esta ayuda humanitaria que se ofrece a México desde el extranjero en estas horas de infortunio? ¿Será que ahora no se trata de una contingencia financiera y por lo mismo no están en juego los cuantiosos intereses de los especuladores -nacionales y extranjeros- y que son por los que verdaderamente velan?
Aún en el improbable supuesto que el gobierno pudiese por sí mismo con la pesada carga de esta contingencia, cosa por demás endeble ya que la magnitud de la tragedia está mostrando daños todavía incalculables pero cuyos costos serán definitivamente mayores que todos los incurridos por los sismos del 85, habría que ponderar si acaso un excedente en la ayuda saldría sobrando.
Simplemente en lo que respecta a la introducción de agua potable y alimentos a las zonas afectadas, se conoce que el principal impedimento tiene que ver con las averías, desplomes, derrumbes y cortes de todo tipo que han sufrido las vías de comunicación.
Naciones desarrolladas, a través de sus ejércitos, cuentan con excelentes equipos de ingeniería para esos casos (donde son dinamitados puentes o caminos para impedir el paso de las tropas) y poseen equipos para colocar puentes temporales sobre dichas vías inutilizadas. ¿No acaso sería preferible que varios de ellos estuvieran ya operantes donde fuese menester en México y de esa manera se hubiese reactivado el tráfico en las comunicaciones terrestres que hoy por hoy, es el principal problema que enfrentan muchísimas de las comunidades afectadas?
Parece una insensatez negarse a recibir tal ayuda pero visto desde las necesidades de los compatriotas en desgracia cuesta mucho contener la indignación que produce la estulticia del gobernante obcecado.
Perderá mucho más el régimen de Ernesto Zedillo, a la postre, al preservar una supuesta autonomía de autoauxilio que nadie agradecerá ni reconocerá, que si en cambio ya hubiese dispuesto un esquema en el que igual, políticamente hablando, se salvara la cara que quieren salvaguardar pero a la vez se aprovechara eficazmente la ayuda extranjera para paliar mejor y más rápido el dolor de miles y miles de compatriotas en las regiones afectadas.
Desafortunadamente no cabrá esperar peras del olmo. Andan en estas, respecto a exhibir gazmoñerías en no verse apoyados por el extranjero, y justamente distribuida por la propia oficina de comunicación social de la presidencia de la República, ayer se publicó una foto en casi todos los diarios del país, donde aparece el presidente Zedillo caminando entre lodazales por en medio de las zonas devastadas. A su lado un militar no identificado, en faenas de campaña, le ofrece soporte para guardar el equilibrio. En la chamarra camuflajeada del militar pueden leerse nítidas las leyendas “US Army”.