Si un cataclismo o las redes sociales no se interponen, Nuevo León se encamina por primera vez en su historia a contar con una gobernadora. Habiendo sido designada la senadora Ivonne Álvarez como “precandidata de unidad” del PRI, lo más probable a continuación es que el PAN designe a la cantada (y actual alcaldesa de Monterrey) Margarita Arellanes, lo que en un estado bipartidista las convierte prácticamente en contendientes únicas con mayores probabilidades.
Más aquello que debería ser razón de salud democrática por cuestiones de género, se desvanece por la debilidad formativa y curricular que exhiben ambos personajes en cuestión.
Ivonne Álvarez, por lo pronto, desde su designación ha recibido en redes sociales aluviones de crítica despiadada por su magra trayectoria política antes de fungir como senadora (regidora y alcaldesa de dos años), por el escaso logro recordable en ella (vaciar de elementos la policía municipal y llevar al tope la deuda), y por provenir —casi en línea recta y por toda labor relevante— de conducir un foro televisivo de música grupera y de atender un comercio ambulante. Actividades lícitas, desde luego, pero insuficientes como prendas para inspirar al electorado a elegirla para gobernar un estado de la complejidad que representa NL.
Lo corrobora la imagen populista que Ivonne Álvarez proyecta, basada en un catálogo de frases hechas sin sustancia ni calado profundo; a menudo sólo consistente en ofertas frívolas o simplonas. O bien repetidora hasta la saciedad de lemas demagógicos del peñanietismo, como sucedió durante la nefasta y mal llamada reforma energética que la senadora avaló, al igual que lo ha hecho con la faraónica obra hidráulica del medinismo (Monterrey VI), y con los planes de utilizar esos caudales hídricos en el extracción del gas shale en la Cuenca de Burgos, así como con el incremento a la deuda pública estatal.
No obstante, la popularidad de Ivonne Álvarez es también un fenómeno incuestionable en las encuestas, y ha llamado la atención a observadores que lo han llamado “la chavanización de la política en NL”, en alusión a un personaje televisivo de la barra nocturna regiomontana, cuyo gran éxito de rating abreva en la pobreza argumentativa, en la falta de alternativas de entretenimiento al televidente que no sean el chiste chocarrero a menudo procaz, y en el añejo modelo de las batallas pasteleras, de almohadazos o de chisguetes con una cohorte de edecanes en prendas sugerentes.
Algo parecido evocó el destape de la precandidata del PRI con la sonrisa congelada a cuadro alrededor de ella, de doce aspirantes que se quedaron sin ideas como al principio y sin la nominación, pero no fuera del presupuesto, pues para tal efecto se presume hubo conciliábulo previo.
Esto hace suponer que si fuera elegida gobernadora de la entidad, Ivonne Álvarez tendría acaso legitimidad pero un poder real muy relativo, menguado y compartido por los compromisos que debe suponerse ha asumido.